28 de marzo de 2024

Pozo Alcón: La historia y sus gentes, IX, por José Manuel Leal

EL BAÚL DE LOS SUCESOS .“La verdadera historia de Martín”

Martín García ha sido probablemente el bandolero más criminal y arrojado que estos lugares han visto. No hay que confundirlo con otro asesino también célebre, Valentín Moreno, quien en 1903 asesinó a las “Merguizas” madre e hija, y huyó a la sierra con una partida de bandoleros. No podemos identificarlos porque, por esas fechas, Martín hacía diez años que se había ahorcado totalmente rodeado por la Guardia Civil.

Martín García Bustos, nació en Pozo Alcón en 1864 y tenía unos treinta años cuando murió en 1894 (o más probablemente en diciembre de 1893). Alrededor de 1885, fue condenado a muerte por un asesinato seguido de robo, cometido en descampado, pena que se le conmutó por cadena perpetua, que comenzó a cumplir en el penal de Ceuta. Según noticias, de allí se fugó en 1887. Hasta su muerte, cometió varios crímenes más y, por lo menos, el asesinato el 18 de julio de 1893 de la joven Juliana Olivares Segura, de Castril, en el cortijo de Pino Hermoso. Pero antes de este crimen, todavía se había vuelto a fugar otra vez. Así, en enero de 1889, fue detenido y conducido a Úbeda de donde también consiguió escaparse. El juez de Úbeda, en su Orden de búsqueda y captura, lo describe como “de unos veintitrés años de edad, soltero, jornalero, estatura regular, cara ancha, barbilampiño, nariz regular, ojos melados, boca grande y barba saliente”. Estaba detenido allí por quebrantamiento de condena y otros delitos.

Su persecución y muerte fue noticia en toda la prensa nacional y, por ejemplo, el periódico “El Defensor de Granada”, de 18 de enero de 1894, había dado la noticia de su muerte, con el titular de “El criminal ahorcado”. La noticia decía: “el sujeto que hace pocos días apareció muerto en el fondo de un profundo barranco del término municipal de Castril, resulta ser el criminal Martín García Bustos, fugado del penal de Ceuta donde se hallaba extinguiendo condena de cadena perpetua. Este individuo andaba vagando y cometiendo todo tipo de fechorías por el término de Pozo Alcón en la provincia de Jaén y montes limítrofes, internándose de vez en cuando en la provincia de Granada por lo que era objeto de activa persecución por parte de la Guardia Civil. Del reconocimiento del cadáver resulta que efectivamente ha muerto ahorcado.”

Casi todo lo que sabemos de Martín está recogido en el periódico “El Noticiero Balear” de 2 de febrero de 1894. Y la noticia, con todo lujo de detalles, la firma el entonces joven periodista poceño Alfonso Monge Avellaneda. La noticia, que apareció con el titular “La muerte de un bandido”, lleva además cuatro curiosos subtítulos: “Antes muerto que cogido”, “En la nieve”, “Destrozado por las fieras” y “Odisón criminal”. (Obsérvese el neologismo superlativo referido a Odisea).

Intensamente buscado por la Guardia Civil, la persecución había sido infructuosa, “ya porque los aterrados vecinos de aquellos pueblos y los pastores de toda la región protegían al bandido y aun quizá le ocultaban por miedo a una feroz venganza, ya por las mismas condiciones del terreno, inaccesible por muchos puntos…. Además, según testimonios de algunos pastores, Martín había dicho muchas veces que antes se mataría que dejarse coger y, efectivamente, así fue.

La persecución arreció hasta ser localizado en un despeñadero inaccesible llamado de las “Pilicas”. Allí, rodeado, agotados los víveres y sin munición, resolvió cumplir su promesa: subió las paredes del abismo y, con una faja atada a un árbol, se ahorcó sobre el precipicio. Pero resulta que la Guardia Civil no encontró el rastro del cadáver dada su situación tan escondida. Pasados unos días, dos cabreros alertaron de que, buscando unas cabras perdidas, les había parecido ver en el fondo del despeñadero un hombre ahorcado. Efectivamente, era el cadáver de Martín, cubierto de nieve, y que allí permaneció otros tres días pues hubiera sido una temeridad bajar por aquel áspero y peligrosísimo barranco nevado. Cuando, ya derretida la nieve, bajaron a rescatar el cuerpo “el cadáver ya no estaba pendiente del arbusto; destrozado y medio comido por las fieras, yacía en el suelo, casi enterrado en la nieve.Sin duda, las mismas fieras habían roto la faja que le sostenía, de la cual conservaba un trozo ligado al cuello con un nudo corredizo”. Junto al cadáver aparecieron también: “una escopeta sistema Remington, cargada, una canana jerezana y en los bolsillos de la chaqueta una pistola con dos cápsulas vacías, una enorme faca, una petaca y un espejo pequeño”.

Y así, a los treinta años de edad, en los primeros días de enero de 1894 (o más probablemente en los últimos de diciembre del año anterior) terminaba la vida de Martín García Bustos con una larga y sangrienta historia criminal. Les ofrecemos a continuación la noticia completa del suceso.

José Manuel Leal

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.