28 de marzo de 2024

Pozo Alcón: La historia y sus gentes, XVII, por José Manuel Leal

QUIÉNES FUERON…JUAN GARCÍA AVELLANEDA

LA BATALLA DE JACÁN, CUBA. 1895

Es muy poco lo que sabemos de la participación de soldados poceños en las guerras coloniales del norte de África y de América. Si acaso, sabemos, por algunas noticias, de la recogida de dinero en Pozo Alcón para los soldados y los mutilados de África. Así, tras el terrible “Desastre de Annual” en julio y agosto de 1921, donde las tropas españolas fueron destrozadas por los rifeños de Abd-el-krim, se produjo un movimiento en determinados sectores de la población española de ayuda a los soldados. En Pozo Alcón, en el mismo mes de agosto, se hizo una espontánea cuestación popular para socorrer a los soldados poceños que allí estaban. A continuación, entresaco algunos fragmentos de un artículo de M. Antiñolo en el periódico “La Regencia” (23/0871921): “…varios jóvenes que aún no han servido en las filas del Ejército, por su edad temprana, se acuerdan de los soldados de África, de las penalidades de la campaña en las inhóspitas tierras mogrebinas, de los hijos de Pozo Alcón que hay en los distintos cuerpos de guarnición en Marruecos, y conciben la idea de hacer una cuestación en favor de ellos (…) En menos de dos horas se recaudan 350’11 ptas., que serán íntegras, apenas se adquieran los datos necesarios, a los soldados de Pozo Alcón que sirven en el ejército de África”.

Respecto a la guerra de Cuba, tenemos constancia, por un documento de 1823, de la participación de Juan Burruezo Carmona, capitán de los leales en la isla de La Habana, el cual enviaba un tercio de su sueldo a su madre en Pozo Alcón, lo que suponía 422 reales y 20 maravedíes al trimestre. Y tenemos también constancia del que será el protagonista de este artículo.

Juan García Avellaneda nació en Pozo Alcón alrededor de 1875 y murió, con 20 años, en una acción militar en Jacán, provincia de Matanzas (Cuba), en 1895. No tenemos registros del apellido “Avellaneda” en Pozo Alcón hasta que llega la madre del ilustre poceño Alfonso Monge Avellaneda, procedente de Quesada y casada con Pedro Nolasco Monge Bustos. Así que lo más probable es que fuera que alguna hermana o prima de la madre de Alfonso Monge se casara y aposentara también aquí.  Sea como fuere, el caso es que el joven García Avellaneda, integrado en el Primer Batallón del Regimiento Inmemorial nº 1 del Rey, había llegado a la Isla aquel mismo año de 1895, al inicio de la tercera guerra (1895-1898), que desembocaría en la independencia cubana. La impresión que los jóvenes soldados españoles recibían al llegar allí era de verdadera calamidad: enfermedades palúdicas que mataban más que los rebeldes cubanos (de hecho, los estudios hablan de un 10% de muertes en combate y un 90% por diversas enfermedades); ciénagas e impenetrables maniguas de hierbas y arbustos tropicales donde el enemigo se escondía; derrotas y retiradas continuas en un ejército totalmente desmoralizado; y el machete…el arma con que los guerrilleros cubanos, los mambises, remataban y aterrorizaban a los soldados españoles.

Las verdaderas circunstancias en que murió el joven Juan García y un puñado de soldados, al mando del sargento Sampayo, no fueron conocidas al principio hasta varios años después cuando se hicieron las averiguaciones oportunas para la concesión de una condecoración al referido sargento. Las noticias que aquí llegaron de nuestro paisano fueron que había muerto de unas terribles heridas en las piernas. Y así, Alfonso Monge Avellaneda, en su oficio de periodista, escribe, sin duda teniendo en mente a su familiar, la siguiente loa a los soldados muertos por la Patria:

Pero no fueron éstas, como ya hemos apuntado y se supo años después, ni la forma ni las circunstancias en que murió Juan García Avellaneda. El 21 de diciembre de ese año, al mando del sargento Ernesto Santa María Sampayo, que entonces tenía 19 años, con un cabo y 8 soldados pertenecientes a la Quinta Compañía del Regimiento Inmemorial, entablaron batalla con los rebeldes cubanos que pretendían cortar las líneas españolas y llegar a La Habana. El pelotón mandado por Sampayo no pudo alcanzar su objetivo de atrincherarse en una casa cercana, tomada ya por los rebeldes, así que ordenó formar un cuadro en derredor del tronco de una gigantesca palmera. Allí, asediados por un número desproporcionadamente superior de enemigos (las fuentes españolas hablan de 7000; las cubanas, de 2000), en situación tan crítica, resistieron hasta la muerte. Tras muchas horas de feroz enfrentamiento, con descargas cerradas y continuos asaltos, agotados ya los cartuchos, estos 10 militares españoles murieron a machetazos. Así lo contaba la gaceta “La correspondencia militar” unos años después, el 3 de enero de 1913: “Esta vez los rebeldes, que habían tenido en la lucha numerosas bajas, cargaron en grandes grupos al machete, y aún hubieron de luchar terriblemente al arma blanca largo rato, hasta lograr exterminar como verdadero festín aquel puñado de héroes que sucumbieron gloriosamente, siendo macheteados y enterrados al pie de la palmera”. Continúa la noticia refiriendo los gritos patrióticos de Viva el Rey y Viva España, y el de “los soldados del Regimiento del Rey no se rinden nunca”, mientras eran exterminados por el enemigo.

Todavía más interesante es el hecho narrado por la fuente cubana. José Miró Argenter, en “Cuba Crónicas de la Guerra (la Campaña de invasión)” en 1942, describe los acontecimientos de diciembre de 1895. Con un titular de “Heroísmo de un destacamento español”, escribía el siguiente texto:

No podemos saber si este último soldado pudiera ser nuestro paisano Juan García Avellaneda, pero lo que sí sabemos, aunque sólo se conserve su nombre y localidad, es que fue uno de los héroes de la acción de Jacán, y que muy probablemente sus últimos recuerdos fueran, como en el “Testamento del soldado”, de A. Monge Avellaneda, para su madre que, ajena a la muerte que acechaba en ese momento a su hijo, lo esperaba en Pozo Alcón.

Lámina artística del ataque cubano
Recreación posterior de los soldados en el periódico ABC 1913

José Manuel Leal

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