29 de marzo de 2024

Pozo Alcón: La historia y sus gentes, XXI , por José Manuel Leal

LA CAPITULACIÓN DE POZO ALCÓN (1823)

La Guerra de la Independencia (1808-1814), finalizada en nuestras tierras en 1812, había dejado al país totalmente arruinado y a los pueblos sumidos en una absoluta miseria. Podríamos en este punto remitirnos a los informes que, desde Pozo Alcón, enviaba el general Freire en 1812 en los que se constataba la falta total de avituallamientos, que llegaba incluso a la imposibilidad de encontrar ni una sola ración para los caballos. Además, con el componente de guerra civil que tuvo en el enfrentamiento entre los llamados “afrancesados” y los “patriotas”, se había abierto una brecha social y política entre los españoles, que se mantendrá de forma violenta a lo largo de casi todo el S. XIX.

Tras la finalización de la Guerra de la Independencia, el nefasto rey Fernando VII toma el poder rechazando la Constitución de Cádiz que, recordemos, había sido jurada por el Ayuntamiento constitucional de Pozo Alcón en diciembre de 1812. Se inicia entonces una persecución de todos aquellos liberales que, de forma directa o indirecta, lo habían apoyado antes, estableciéndose un periodo de poder absolutista en España que durará seis años. La Constitución es abolida, despreciado el concepto de “soberanía nacional”, a la vez que se reinstauran todas las instituciones del Antiguo Régimen, incluidas la Inquisición y las jurisdicciones señoriales.

Todo esto, hasta el 1 de enero de 1820, fecha en que el coronel Rafael del Riego se levanta en armas en Las Cabezas de San Juan (Sevilla), volviendo a proclamarse la Constitución de Cádiz (La Pepa). El rey es apresado, obligado a jurar nuevamente la Constitución y a aceptar el concepto de soberanía nacional que reside en el Parlamento, en el Congreso. En el breve periodo de tres años que duró esta etapa de nuestra historia, el acoso fue continuo por parte de los sectores más conservadores de la nación incluida, claro está, la Iglesia, que perdía muchos de sus privilegios, y cuerpos del ejército afines al monarca; así como no pocos campesinos descontentos con las reformas que se habían pretendido llevar a cabo. Veamos este rechazo, con un ejemplo, aquí en nuestro pueblo.

En 1822, y a través de la Diputación Provincial de Jaén – organismo instituido apenas 10 años antes- se recibe en el Ayuntamiento un documento, “Expediente de Propios”, con el que, en síntesis, el gobierno liberal pretendía poner en funcionamiento las tierras baldías y repartirlas en arrendamiento entre los campesinos que lo solicitaran. En dicho documento se incluían, entre otras tierras, las de la Dehesa del Rincón, el Chaparral y los Huertos de las Eras Bajas. Sin embargo, el rechazo o la apatía ante estas reformas fue tal que la misma Diputación mostró su sorpresa “…ya que el Pozo es el único sitio donde nadie se ha presentado para hacerse propietario sin sacrificio y brindándole a mejorar su situación política”. Por su parte, en las Observaciones posteriores para justificar esto, podemos leer: “Que en opinión del Ayuntamiento de Pozo Alcón, esas tierras se deberían dejar para la ganadería, ramo del que depende más el Pozo. Además, hay tierras cultivables sin cultivar porque no son rentables, sin olvidar lo lejos que están del pueblo, por lo que los desplazamientos serían grandes. Por eso nadie se presenta”. Y ciertamente, si exceptuamos las tierras de la Dehesa del Rincón y aledaños, las razones no parecen muy convincentes ya que muchas de ellas se encuentran en el mismo pueblo. Quizás los motivos habría que buscarlos, además de la importancia del sector ganadero, en el rechazo ya señalado a este tipo de reformas agrarias por parte de la clase dirigente y al hecho de que la arriería se había convertido en una actividad mayoritaria en Pozo Alcón.

Todo este periodo de gobierno liberal termina con la formación de una coalición internacional encabezada por Francia, conocida como “los Cien mil Hijos de San Luis” que, al mando del duque de Angulema, invade España en abril de 1823, devolviendo el poder absoluto a Fernando VII, quien reinará durante otros 10 años en la que se conoce como “Década Ominosa”, hasta su muerte en 1833.

Pero antes, el 11 de agosto de 1823, se rendía en Pozo Alcón el entonces alférez liberal Arturo Azlor de Aragón y O’Neill, que aquí se había refugiado con las últimas tropas del ejército derrotado del general Riego. Poco después, en septiembre, el propio Riego fue apresado y vilmente ejecutado en Madrid. Terminaba así aquel “sueño liberal”, conocido en la historiografía como el “Trienio Liberal”, de 1820 a 1823.

Arturo Azlor, que llegaría al grado de Mariscal de Campo y laureado como caballero de la Real Orden de San Fernando, había nacido en Valladolid en 1802. De familia noble, fue el claro ejemplo del militar de la nobleza española de la primera mitad del S. XIX. Ingresó como cadete con 6 años y a los 15 ascendió a alférez, siendo destinado al Regimiento de Caballería Lusitania. En el periodo liberal, Azlor estuvo en la sierra de Burgos (1821) en persecución del “cura Merino”, rebelde absolutista y en numerosas batallas por Aragón y Cataluña, hasta que, finalmente, ante el empuje del duque de Angulema, se refugió en Jaén con el general Riego, general en jefe del Tercer Cuerpo del Ejército. Atacados allí por el general realista Sánchez Cisneros y tropas francesas, procedentes de Úbeda, son vencidos y se dispersan, como pueden, por la provincia, después de haber sido aniquilados en Jódar. Riego es detenido en Arquillos, mientras que Azlor con parte de la caballería se entrega en su huida a la Milicia Nacional y autoridades de Pozo Alcón.

Hoja de servicios de Arturo Azlor. Composición.

En este punto, tengo que agradecer a David Guirado, un poceño en Madrid, su colaboración en la búsqueda de documentos. Nos ha sido imposible encontrar el documento concreto de tal capitulación, que no se encuentra ni en la Biblioteca Nacional ni en el Archivo militar de Segovia, donde David ha estado investigando. Lo más posible es que se haya perdido o ni siquiera hubiera habido nunca un documento concreto, sino más bien una rendición de hecho, pero de lo que sí tenemos constancia, a través de la hoja de servicios de Arturo Azlor, es que tal capitulación existió. Y así, una vez más, este pueblo se convirtió, casi sin saberlo, en protagonista de la Historia.

Terminaba así aquel sueño liberal del que hablábamos anteriormente, dando paso no mucho después a las Guerras Carlistas, en las que nuestro pueblo volvería a tener un nuevo protagonismo histórico.

José Manuel Leal

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