29 de marzo de 2024

Pozo Alcón: La historia y sus gentes, XXVI , por José Manuel Leal

LA SOCIEDAD POCEÑA EN EL S. XIX: El Ayuntamiento y la Primera Enseñanza

En el transcurso del S. XIX se fueron sentando las bases de una educación básica y elemental más o menos gratuita para niños y niñas. La Constitución de 1812 ya recogía la necesidad de una “instrucción pública” y el establecimiento de las “escuelas de primeras letras”. El currículo de esta enseñanza era bien sencillo: “leer, escribir y contar, y el catecismo de la religión católica”. Y esta formación básica se estableció también, con el paso del tiempo, como condición necesaria para acceder a los derechos ciudadanos, como el voto. Desde el primer momento hasta hoy, la educación se convierte en un continuo caballo de batalla político, con la Iglesia siempre vigilante a sus supuestos derechos o, más bien, privilegios históricos en la educación de los niños.

Después de varios intentos normativos sobre la enseñanza, se aprobó en 1857 la conocida como Ley Moyano, que alguno de los lectores habrá conocido pues, en términos generales, estuvo vigente hasta 1964, es decir, más de 100 años. Esto puede resultar contradictorio con la idea anterior de la enseñanza como continuo caballo de batalla político; sin embargo, no lo es. La Ley Moyano estableció la organización por niveles del sistema educativo en España y recogió dos principios elementales de las dos fuerzas políticas mayoritarias: la idea liberal de que tenía que ser una enseñanza obligatoria, gratuita para quien no pudiera pagarla, y enfocada también a las niñas; y la idea conservadora de que la Iglesia mantuviera un cierto control de esta enseñanza. Por lo demás, sobre todo en la Enseñanza Media y Superior, las luchas y enfrentamientos fueron continuos. He aquí, a continuación, el Título I de la Ley de Instrucción Pública o Ley Moyano:

Como podemos observar, la doctrina cristiana y la Historia Sagrada están presentes desde el principio, estableciéndose además que los párrocos tengan repasos de Doctrina y Moral Cristiana al menos una vez cada semana. Vemos también que se establece la obligatoriedad de los padres de mandar a sus hijos e hijas a las escuelas públicas al menos entre los 6 y los 9 años. Así mismo, la gratuidad para aquellos que no pudieran pagarla mediante certificado del cura párroco y visado del alcalde. Por último, podemos apreciar cómo se establece algunas diferencias en el currículo para niños y niñas: además de leer, escribir, contar y el catecismo, común para ambos, los niños recibirían breves nociones de Agricultura, Industria y Comercio, según las localidades; mientras que éstas se omitirán en la enseñanza de las niñas, siendo sustituidas por “labores propias del sexo, elementos de dibujo aplicado a las mismas labores y ligeras nociones de higiene doméstica”.

Pero el mayor problema que se planteaba con esta Ley era el del pago a los maestros de esta Primera Enseñanza, que recaía en los Ayuntamientos, y además éstos debían ingresar un pago anual en la “Caja de Obligaciones de Primera Enseñanza”, de carácter provincial. Por esto fueron muchos los pueblos, destacando especialmente Pozo Alcón, que incurrieron en numerosos impagos tanto a los propios maestros y maestras, como en su obligación de ingreso a la institución provincial.

La primera referencia encontrada sobre la enseñanza en Pozo Alcón es de 1785. Se trata de un informe que el párroco, Juan Antonio de Bacas y Coca, tuvo que hacer a raíz de la visita del cardenal Lorenzana a las tierras del Adelantamiento. En este informe se dice, escuetamente, que “tiene escuela pública de primeras letras”. Hemos de suponer que esta escuela, sólo para niños, tendría que estar en la casa rectoral.; hay que recordar que en esa época había en el pueblo tres curas y dos sacristanes, para una población de 410 vecinos, es decir, unos 1650 habitantes.

Mucho más explícito es el “Diccionario Geográfico, Estadístico-Histórico” de Pascual Madoz, de 1849, cuando recoge: “Hay una escuela para niños, concurrida por 70 u 80, dotada con 200 ducados pagados por el Ayuntamiento, casa y retribución, y dos particulares de niñas, asistidas por unas 200 o 300 en ambas”.

Obsérvese que la de niños corría a cargo del Ayuntamiento, mientras que las de niñas eran particulares. Estas tres escuelas vuelven a aparecer en otros “diccionarios” de 1854 y 1863; sin embargo, en el “Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico, Postal, Militar y Municipal de España”, de 1885, la situación había cambiado totalmente: “De fondos municipales se costean dos escuelas, una para niños y otra para niñas, a las que asisten un total de alumnos proporcional al número de vecinos”. Hemos de tener en cuenta que en ese momento Pozo Alcón contaba con 3917 habitantes.

¿Y cómo eran estas escuelas públicas? Las dos escuelas estaban situadas en la calle Pósito, según el croquis del plano de población, del Instituto Geográfico y Estadístico de 1897; sin embargo, 25 años después, allí sólo se encontraba la Escuela de niñas Nº 2. Este local, tomado como modelo, tenía unas dimensiones de unos 50 metros cuadrados, mirando su fachada al norte y con una iluminación y ventilación insuficientes, como aparece en los informes de la Inspección. El edificio pertenecía al Ayuntamiento y no había ningún patio de recreo ni ningún lavabo y sólo un retrete para una media de 50 niñas. Las condiciones de higiene eran deplorables y la atmósfera de trabajo triste, oscura y fría. En este ambiente desarrollaban su labor los maestros y maestras en un pueblo totalmente aislado del exterior por falta de comunicaciones. Además, el Ayuntamiento no es que pagara tarde y mal, como ocurría en muchos otros pueblos rurales, es que muchas veces sencillamente no pagaba, como veremos después.

 La más antigua referencia a estas escuelas donde ya se impartía las primeras letras, regidas por la Ley Moyano, es de 1860. En la gaceta “El Contemporáneo” se dice: “Se hallan vacantes la escuela de niños de Pozo Alcón, dotada con 4400 reales y la de niñas con dotación de 2200 reales”. En cuanto a los maestros, el primer nombre propio que he encontrado es de 1865; aquel año, la escuela de niños seguía estando vacante y la de niñas la ocupaba Paula Fuch. El sueldo del maestro estaba fijado en unas 1100 pesetas, y el de la maestra, alrededor de 750 pesetas. A partir de aquí, el número de maestros y maestras se renueva continuamente alternando con largos periodos de vacantes. Algunos nombres que he podido rescatar serían Mariana del Moral Saeta, Claudia Zugasti, Francisco Puy Porras, Ana García López, Manuel Bautista de la Fuente o Emilia Muñoz Ortega, quien en 1891 es nombrada maestra en Pozo Alcón y en 1894, trasladada ya a Torreperogil, reclamaba al Ayuntamiento “las cantidades que todavía se le adeudan”.

Los impagos eran continuos. Ya lo apuntaba el diario “El Mahonés” en septiembre de 1890:

Y al año siguiente, según “La Correspondencia de España”, de abril de 1891, el gobernador civil de Jaén impone una multa de 500 pesetas al alcalde de Pozo Alcón por el descubierto de este Ayuntamiento en la Caja especial de instrucción pública. Y aquel mismo año se suspendieron las vaquillas como sanción por la deuda contraída con la enseñanza, recogido en la prensa del momento:

Aunque todo esto no debió de producir los efectos deseados, a tenor de lo que podemos leer en “El Magisterio Español”, de mayo de 1896, donde se advierte a los maestros que hayan pedido Pozo Alcón:

Por fin, en 1898, la Junta Provincial de Enseñanza tomó cartas en el asunto con Pozo Alcón y otros muchos pueblos de la provincia y solicitó al gobernador civil “se deduzca el tanto de culpa a que se han hecho acreedoras las citadas corporaciones por faltar abiertamente a cuanto determinan las leyes”.

Pero la más sangrante de todas las deudas fue la que el Ayuntamiento tuvo con el maestro local Manuel Quiñones Moreno. Él y la maestra Leocadia Carmona, también del pueblo, educaron a varias generaciones de niños y niñas poceños en el último cuarto del S. XIX cuando, como ya sabemos, los maestros de fuera duraban muy poco en el pueblo, apenas uno o dos años y muy pocas veces más tiempo. Ignoro cuál sería la deuda del Ayuntamiento con la maestra Leocadia Carmona, pero en el caso del maestro Manuel Quiñones, cuando se jubiló en 1898, después de dedicar toda su vida a la primera enseñanza en Pozo Alcón, el Ayuntamiento le adeudaba más de 13000 pesetas. Si tenemos en cuenta que el sueldo era de 1100 pesetas anuales, ya tanto para maestros como para maestras, lo que se le debía eran prácticamente 12 años de sueldo. Y todavía en septiembre de 1917, poco antes de morir, aparecía en el “Imparcial” con la siguiente súplica: “El maestro jubilado de Pozo Alcón (Jaén), suplica por nuestro conducto al señor ministro de Instrucción Pública que vea la manera de conseguir del gobierno el pronto pago de las cantidades que los Ayuntamientos adeudan a los maestros por atenciones anteriores al 1 de enero de 1902”.

Todo fue en balde. En el Ayuntamiento se sucedían los gobiernos liberales y conservadores de forma alternativa pero, como hemos visto, ninguno se ocupaba ni de pagar debidamente a los maestros ni de satisfacer las cantidades a la Caja de Enseñanza. Esta situación desembocó en la destitución y suspensión del Ayuntamiento de Pozo Alcón en 1903. Ya señalábamos el error de la Ley Moyano al establecer estos pagos a las corporaciones municipales, cuando las voces más inteligentes proponían que todas estas cantidades pasaran a los presupuestos generales del Estado. Hoy, afortunadamente las cosas han cambiado mucho.

José Manuel Leal

NOTA: Damos por finalizada con éste la primera parte de artículos dedicados a la historia de Pozo Alcón y sus protagonistas, cuyo propósito es –como señalé en su presentación- el de acercar estas historias a los lectores y arrojar un poco de luz sobre el pasado. Quedan todavía por recoger noticias de muchos y variados asuntos de interés como la Guerra Civil, de la que tan poco conocemos, o los orígenes de Pozo Alcón, tan inciertos, etc. Hacemos, pues, un breve paréntesis para volver próximamente.

Un pensamiento en “Pozo Alcón: La historia y sus gentes, XXVI , por José Manuel Leal

  1. Interesantes los artículos, gracias José Manuel por esta labor y darnos a conocer la historia de nuestro pueblo. Esperamos impacientes próximas entregas.

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